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debacle

Amor daltónico.

Amor daltónico.

Después del baño, me tumbé boca abajo en mi cama, en la penumbra del atardecer, con intención de descansar.  De repente sentí el calor de las manos de un hombre sobre mi espalda.  Eran unas manos fuertes y delicadas a la vez.  La sensación era tan sumamente agradable que no acerté a mediar palabra.  El desconocido recorrió mi cuerpo entero con sus hábiles dedos, acariciando desde mi pelo hasta las plantas de mis pies.  Me sentía en el séptimo cielo y mantuve los ojos cerrados.  No sabía quién era mi extraño visitante.  Tampoco quería saberlo, esa es la verdad.  Al menos no en ese momento.  Sentía un bienestar delicioso y  sublime... con eso me bastaba.  Por nada del mundo hubiese querido romper la magia de aquellos instantes de ensueño.  Y no estaba soñando, eso es seguro.  Ni durmiendo, ni drogado.  Aquel hombre estaba allí, conmigo, transportándome al Nirvana con sus caricias.

El individuo se sentó sobre mis nalgas y noté el calor de sus testículos y de su pene, todavía fláccido, sobre mi piel, sensiblemente ya despierta y receptiva. Masajeó sabiamente mi cuello, mis brazos y mi columna vertebral.  De repente me sobrecogí.  Sentí su pene erecto y dejé escapar un gemido entre gozoso y expectante.  Estaba absolutamente relajado.  Entonces me besó a la altura del hueso sacro, se deslizó sobre mi cuerpo y me penetró con absoluta delicadeza.  Acertó a la primera y fue aumentando paulatinamente el ritmo y la intensidad de sus movimientos.  Era muy buen amante, ciertamente.  Parecía saber lo que más me gustaba y me apetecía, como si hubiese escudriñado mi inconsciente de algún modo sutil e imperceptible. Sin hablarnos, entregados completamente al gozo mutuo, gemimos como locos.  Aullamos como lobos.

Yo mientras tanto me masturbaba y terminamos los dos a la vez.  Al poco, él me dio un beso en el cogote, se incorporó, procedió a vestirse (y yo, aunque incapaz de hablar ni de moverme, le observaba disimuladamente, de reojo).  No le conocía. ¿Cómo y cuando habría entrado en mi casa?  Pero me quedé tan pasmado al verle que todo lo demás pasó a un segundo o tercer plano al menos.  Y es que mi sorpresa fue mayúscula:  Era un hombre completamente verde, de arriba a abajo...de mediana estatura, de complexión normal a fuerte, de brazos musculosos. Tenía el pelo corto y barbita y llevaba gafas.

Se marchó sin despedirse.  Tan pronto pude, me incorporé, encendí la luz y tomé un trago de agua.  Al vestirse, al misterioso desconocido se le había caído una cartera.  La abrí y en su interior encontré un documento, de color verde también, como el extraño individuo, aunque esta vez de un verde bastante más oscuro. Decía así: Permiso de Conducir. España. Comunidad Económica Europea. Expedido a favor de... no importa.  En letras negras, bien claro, podía leerse: "Población: Calahorra, La Rioja".

Conservo el documento con su fotografía.  Voy a ir bien pronto a visitarle, a devolverle su carnet y, de paso, a decirle que en mi opinión es muy guapo, que tiene unas manos divinas, que besa muy bien y que estoy muy pero que muy enamorado de él".  Espero que le apetezca recibirme.  Aunque tengo una duda. No sé si vestirme de verde... o de rojo, para el viaje.

 

2 comentarios

Anónimo -

¡Gracias, mi amor! Si me he superado en algo es porque me inspiras, no lo dudes.
Eres verde claro y el carnet de conducir es verde oscuro porque se supone que yo soy daltónico esta vez. Aunque en realidad seas blanquito tirando a rosadito (más rojito en algunas partes que otras jeje y mmmmmmm slurp slurp slurp jajajajaaa...) ¡Rewapo, cómo te quiero y qué ganas te tengo! ¡¡Mwahhhhhhh!!

Félix -

Jajajajajajaja, esta vez te has superado! Jajajajaja. ¿Por qué soy verde?