Calma

Para Félix, mi amor,
como todo lo que se encuentra
en el resto del blog.
Aunque el muchacho, pobrecito mío,
vaya de culo por el curro
y no tenga casi ni tiempo de leerlo.
Sorry, my dear! ;-)
Llueve, por fin.
Escampa y llueve
otra vez
sobre mojado.
Las gotas nuevas, finas,
delicadas y lentas todavía,
se posan con dulzura
sobre los charcos
caprichosos
juguetones
de la llovizna previa.
Caen gotas diminutas,
que en los charquitos
son granadas que explotan
con furor desmedido.
Las ondas que originan
todas y cada una,
se entrecruzan
en curioso vaivén
rítmico, acompasado.
Y me encanta mirarlas.
Me relajan.
Me dan paz, me dan calma.
Y me siento
niño feliz de nuevo
viendo llover, sencilla
y llanamente.
Pienso en ti
sin proponérmelo,
sin intención concreta.
Te me apareces
de repente,
cuando se te antoja.
En cualquier parte,
sin pudor, sin recato.
No he de buscarte
entre archivos ni agendas.
Me gusta así y lo sabes.
Vienes de algún lugar
de este corazón mío,
que por fortuna aún late,
a su manera.
Precisamente entonces
nuestros cuerpos
y también nuestras mentes
se acoplan
en plácida armonía.
Me siento renovado, puro, limpio.
Un hombre ya completo.
O lo más parecido
a ese concepto.
Y feliz, sobre todo.
Increíblemente feliz.
Aunque yo sé
que es cierto.
Es real. Es verdadero.
Nada, ni nadie más, me importan.
Para nada.
Y agradezco a la vida sus regalos.
Entre ellos, la lluvia. Y tu presencia.
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Félix -