Mi honor, mancillado.

Acabo de ser bíctima de un echo terrible y quiero hacerlo público para jeneral conocimiento y para que nunca jamás nada similar le ocurra a ninguno de mis conjéneres. Les ruego disculpen las faltas de ortorgrafía, expresiíon y de cualquier otro tipo que puedan encontrar en este escroto, pues lo sucedido es muy reciente y me encuentro todabia en estado de choq.
Esta mañana, temprano, con la mejor de las voluntades (la de caminar un poco para haser ejercisio y perder peso, ya ven ustedes) pasé por la zona conocida como Barri Gaudí de Reus. La zona queda un poco en las afueras de la siudá y pensaba tomar el bus de buelta a casa, pos me encontraba ya mu cansad0.
Para llegar a la parada del autobús tenía que pasar por debajo de un túnel bastante larrrgo y no demasiado bien iluminao. Bueno pues, cuando me encontraba a mitad del tunel, me asaltan dos indibiduos completamente desconozidos para mi. Se trataba de un magrebí como disen ahora y de un jitano. El morito me pidió un cigarro y yo, asustado por su aspecto y por su aparicion inesperada, le dige que no tenia. Entonces el jitano me agarra por la espalda y me sujeta fuerte, aunque sin acerme daño (noté la potencia de sus brazos, que no era desagradable del tó, y noté un buen paquete por detrás, que se apretaba contra mi culo) y el morito me miró de arriba a avajo (tenía unos ojos marrones, mu bonitos, la berdá) y me rejistró los bolsillos con mucho cuidao). Encontró entonces en el bolsillo izquierdp de mis pantalones un paquete de “Luqui” y un mechero y me lo puso delante de las narices. Sonrió (tenía unos labios gordotes, y una sonrisa mu wapa, también, el jodío y me dijo “Entonces, ¿esto qué es?” y yo sólo pude decir “bueno, yo... yo...” y el jitanico, que me agarraba algo más fuerte (notaba su respiración cada vez más fuerte en mi oído, y me faltó poco pa que la picha se me empinara, lla ven ustedes) me dice al oído: “chaval, nos has engañado. Ahora bamos a darte tu merecido”. Y yo, asustado, empecé a temblar y cuando, presa deñl pánico iba a pegar un grito, el morito me tapó la boca con un tremendo besazo y me acarició la frente y también las mejillas y las orejas, mientras el jitanico me acariciaba el cogote, me morisqueaba el cuello y golpeaba su paquetón duro como una roca contra mi culiyo.
Y yo no entendía nada ni sabía qué hacer. Tenía un miedo terrible (pensaba... ¿y si son unos locos drogadictos y unos quinquis de esos y me matan? ¿o si me pegan una enfermedá rara de esas? y a la vez me sentía un gustazo tremendo, como nunca en mi vida.) Entonces el morito (entonces me percaté de que iba haseado y olía a colonia de la buena) se apartó un poco, me levantó el gersey y me comió las tetitas hasta haserme delirar. Entonses ya me rendí. Después me enseñó su poya enorme y me la dio a comer cuanto quise. Y entonces va el gitanito (también mu limpio y aseaico, el chabal) y se me pone delante. Me bajó los pantalones y se metió mi poya entera en su boca, mobiéndola sin parar. Y durante todo ese rato no pasó ni un coche. Hasta nos apoyamos contra la pared del túnel y nos tumbamos en la acera y, usando unos condones que siempre yevo en algún bolsillo del pantalón, nos follamos unos a otros barias beces. De tanto gusto me quedé frito y creo que me quedé dormido sobre la acera en el paso para peatones dentro del túnel un buen rato.
Cuando me desperté, estaba en una cama en una habitasión de una casa que no me sonaba de ná y a mi lado había un señor mallor de aspecto un poco raro... a quien no abía bisto en mi bida. me dijo: “Hola. Soy José. Soy médico. Te recogí medio desnudo en el túnel del Barrio Gaudí, tenías unos rasguños y te traje a casa”. Reflexioné un momento. Le di las gracias y dige: “Lo siento. No sé lo que me ha pasado”. “¿Estás bien?” me preguntó. “Sí, gracias, le dige.” Y ya me iba. Noté un extraño olor animal en la habitación y también en mi cuerpo. "¡Qué coza mas rara, pensé!" Al salir, pasé por una sala yena de animales metidos en jaulas. El cabrón del viejo no era médico sino beterinario. Me sentí engañao y ofendío. ¡Un beterinario! ¡Y se había echo pasar por médico! El morito y el jitanico me habían enseñado a no decir mentiras. Así que me fui al encuentro del tipo y le escupí en la cara mientras le decía: “¡Esto, por mentiroso!” “¡Y a saber lo que habrás hecho conmigo mientras estaba dormido”. No dijo ni palabra, ni falta. Que hay mucha gente indeseable por ahí. Y ese tenía careto de bicioso. Quien calla, otorga. Además, cuando cerraba la puerta, le escuché que lloraba como una magdalena. ¡Pues que se lo foye un pez, por cabrón! Espero que la jente baya por el mundo siempre con la berdá por delante y que echos tan lamentables como este nunca más se repitan.
Grasias a todas y a todos por leer ezto. Ah, se me olvidaba... En el bolsillo isquierdo de mi pantalón tenia mi paquete de tabaco y mi mechero y entremedias del plástico y el paquete un papelillo con los nombres Moha y Jose Luis con dos números de móviles apuntaos a mano. Tenian que ser los de los chabales con los que habia estao. Luego les yamaré, pa tomar unas cañas.